lunes, 9 de abril de 2012

A que tu tetera nunca echó tanto humo...

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"Pues como terminan siempre estas cosas: en un orgasmo, o mejor dicho ¡en dos orgasmos!"  Porque no iba a pensar ella que sólo por haber atravesado el país se merecía la exclusividad orgásmica de aquella noche. Esto lo pensó, mas no lo dijo.

Los dedos que recorrían aquellas piernas, eran su única forma de comunicación con el mundo exterior. de paso, existen silencios cómodos que ni el más elocuente echador de perros se atrevería a profanar.Por eso no habló más.

Siempre fue de tener la respuesta justa en el momento preciso. O al menos sus interlocutoras se habían encargado de hacérselo creer. Ahora estaba ahí, con un compromiso de esos que se adquieren por ligereza y que con esa misma ligereza se disuelven. Pero la fortaleza de ese compromiso era la simpleza de esos dedos recorriendo esas piernas. Esa fuerza de atracción que absorbía hasta la luz hacia ellos, estaba cimentada en lo fugaz de una mirada, más que en años de entrega.

Creía reconocer ese cuerpo. Mas que haberlo visto, lo había soñado: Húmedo al tacto, fresco y tembloroso. Con ese vaivén cadencioso y caótico que la respiración entrecortada y el pretencioso vino dan a las damas a la hora de la entrega.

De más están los detalles. Quedaron flotando en el cuarto. Pregúntale a los vecinos del cuarto de al lado. Tal vez en su obligada vigilia, pudieron recaudar algún dato, ininteligible entre tantas maldiciones, gritos y jadeos. "La debe estar matando" atinó a pensar la señora, mientras masticaba los últimos vestigios de su orgasmo talla S.

Así despertaron como quien tiene por delante un largo futuro de un fin de semana. Marcados con uñas y dientes, con la delicadeza de haber dejado esas marcas, en lugares que la modesta ropa, cubre como tramada alcahueta...

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