miércoles, 25 de marzo de 2009

De tal padre...

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Aquel noble campo que había sido testigo silente de tantas glorias y triunfos estaba a reventar. No cabía nadie más. Era la final y recuerdo que ese día había sido particularmente húmedo y caluroso, la atmósfera era casi de otra ciudad...

Al batir de los tambores y los insultos al rival de turno, se unían los ocasionales cohetes que buscaban la intimidación del contrario, eran casi gritos que decían: "Esto es Caracas, aquí hay plomo" De cuando en cuando también se profería algún insulto al árbitro, o la mamá del árbitro, y cómo no, a la Policía y a cualquier otra figura de autoridad contra la cual dirigir la cólera sagrada de quienes tienen por vocación el sentimiento...

Los minutos pasaban y el marcador no se movía, eso significaba algo: ¡Campeones otra vez! El ahora dueño de casa, había profanado tierra ajena en su rol de peregrino, con un tanto de esos que vuelven hombres a los niños y sacan lágrimas de los ojos de los más bravos.

Los cantos se hacían un canto y las voces una sola voz; todos los saltos un salto, acompazado, rítmico, casi hipnótico. En momentos así qué comportamiento ejemplar ni que modales: ¿Quién es más málo que yo? si yo soy todos y todos somos más que un puñado de policías. Ya no importaba el gol de la ida, ya el trabajo estaba hecho, "Vamos a salir campeones carajo" y de pronto veo una mirada entre miles y un gesto de bandálica inosencia se asomó en aquellos ojos. dije para mi "Algo va a pasar, lo sé, pero al que pregunte: "Fuenteovejuna Señor".

A pesar de que pude impedirlo no lo hice, antes, disfrute el momento desde que aquel brillo de oportunista rebelión me hizo mirar de cerca, seguir cada movimiento, cada músculo tensarse. Fue entonces que miré la botella, vacía, ligera, transparente. y la mano del muchacho nerviosa pero decidida que se abre campo entre la multitud.

Al salir de la mano del joven derramo las últimas gotas de cerveza o más bien de espuma de cerveza, bañando a uno que estaba abajo - el menor de los daños- y continuó la perfecta parabola con el típico movimiento de las botellas "pico abajo-pico arriba, pico abajo-pico arriba" y como silbando descendió como había predicho Newton siglos atrás...

En ese preciso momento, agobiado por el calor y la humedad, el Agente de Policía Chacón, decidió quitarse el casco para buscar un poco de frescor. Para su sorpresa lo único que encontró fue la botella, que mi pequeño hijo de 12 años acababade lanzar desde arriba.

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