lunes, 5 de abril de 2010

Donde el Guaire y el Wishka colindan.

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Me pidieron que escribiera sobre el Grunge y sobre los 90`s y acepté. No es que me pidan que escriba muy a menudo, ni que acepte escribir por "encargo" pero aquí les va esto especialmente dedicado a quienes fuimos adolescentes durante esa década y a quienes como David, quieren tener una semblanza de lo que pasó hace más de 15 años.

Empezaré por decir que esa época fue la mejor. Sin duda alguna había algo mágico en el ambiente, habíamos salido de la inocencia de los 80´s estábamos todos muy pendientes de mirar hacia el extranjero, pues gracias a la TV por cable, esto era mucho más fácil.

Existía una especie de "crew de antiheroes" al que mis amigos y yo seguíamos: Kurt Cobain, Layne Staley, Eddie Vedder... Los seguíamos de lejos, fantaseando sobre cómo sería verles en vivo y sobre lo profundamente deprimidos que debían estar para componer de la manera en que lo hacían. Sus voces, empaquetadas en casetes grabados y re grabados una y mil veces, retumbaban desde las cornetas, fotos de ellos pegadas en nuestras paredes, les decían a nuestros padres: "Si, tu hijo está loco y probablemente ande en drogas" Y aunque con ropas regaladas, robadas, cambiadas o compradas en tiendas de segunda mano, buscábamos tropicalizar ese look de Seattle.

Si, había cierto romanticismo en eso de pintarse el cabello: después del Preveral, la violeta de genciana era el segundo artículo más solicitado por nosotros en las farmacias, y nuestro cabello decolorado y seco hacía visos tornasol bajo la luz del sol de Chacaito.

Otro producto indispensable para nosotros era el Wiki-Wiki, ese milagroso tinte para ropa nos permitía cambiar nuestro precario guardarropas con una inversión mínima, y de esa forma una camisa blanca podría pasar a ser verde, amarilla, rojiza, verde de nuevo y así hasta llegar al morado oscuro, que era la última estación en esa vertiginosa escala cromática.

Pues así transcurrían mis días durante aquella época, comiendo pan con refresco (cuando se podía) y tomando el licor con la mejor relación precio/cantidad que nuestros bolsillos adolescentes pudiesen comprar. Apático a cualquier tipo de manifestación deportiva, política o religiosa, nuestras horas eran pocas para achicharrarnos los oídos con Jerry Cantrell, Chris Cornell, Dave Grohl, y tantos otros. Era terapia quemar unas cuantas neuronas y luego tirarse en el piso a escuchar Experimental Jet Set Trrash and no Star aturdiendo al padre o la madre de turno... Ni pensar en bailar algo que no consistiera en darse coñazos unos contra otros, uno no bailaba, para qué bailar, si en Seattle nadie bailaba...

Cómo no extrañar una época en la que surgieron prodigios de la música contemporánea como Mellon Collie and the Infinite Sadness, es casi imposible no reír como niño al recordar el carajazo que se dio Krist Novoselic en la cara; pero claro, ya no para los pelos ver a Eddie Vedder con una franelilla de Jordan trepado en las luces del escenario a punto de caer sobre la olla...

Claro está Michael Stipes ya no puede competir contra Lady Gaga. Estamos en una época distinta donde los la estética está regida por otros parámetros. Ser fanático de una banda no tiene sentido cuando los un artista suplanta a otro cada vez peor. Antes negábamos todo, había una apatía fundamentada en si misma, ser apático era una forma válida de expresarse. Quien se pintara el cabello, se pusiera un pearcing o se hiciese un tatuaje seguramente enfrentaría críticas y miradas de desaprobación, no habían (o habían muy pocas) madres que le pintaran a uno el cabello...

Aquella era música bien visceral, Cobain le robaba las pistolas a su tío para venderlas y comprar sus guitarras, se dice que cierta banda que no nombraré grabó un disco con plata que obtenían vendiendo drogas, y así una infinidad de cuentos que hacía que aquellos años las cosas costaban un poquito más, es decir, era más difícil conseguirlas, tal vez por eso me gustan un poquito más las cosas de aquella época.

Hoy miro por la ventana y el cielo está gris, lluvioso el día. Me gusta imaginar que en Seattle también llueve, que las misma lluvia que hace crecer el Guaire hace también crecer el Wishka. Quién sabe qué tesoros se esconderán en las riberas de ambos ríos.

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