jueves, 8 de abril de 2010

De Tiaras, Pozos y Balones.

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En Venezuela hay una costumbre arraigada desde los tiempos pre independentistas: La Cultura del Vivo. Ha sido siempre así, desde antes que el aroma de nuestro cacao perfumara las nobles narices europeas ya había detrás de las fanegas algún vivo criollo que se encargaba de hacer negocio y cómo no, acaparar para si las ganancias.

Una aproximación simplista a la cultura venezolana podría ser la siguiente: Venezuela se ha destacado (en su era contemporánea) por dos cosas, a saber, su riqueza petrolera y sus mujeres de una belleza incomparable.

Son innumerables los títulos de belleza que nuestras "misses" han traído de cuanta justa internacional exista. Podríamos hacer aquí una lista con los nombres pero no viene al caso.

También sabemos que nuestro subsuelo tiene vastas reservas del "excremento del diablo" (como llaman los nigerianos al petróleo) y que de él ha dependido nuestro país dese hace más o menos un siglo.

Detrás de la belleza y de la riqueza minera ha habido siempre alguien que se ocupe (como en la época de los Grandes Cacaos) de acaparar para si los beneficios de lo que bien se produce en esta Tierra de Gracia. Así llegaron las tras-nacionales petroleras a explotar nuestros recursos y a sacarlo de nuestro país para devolverlo en forma de cauchos, cepillos y tobos. Asimismo un cartel encabezado por el llamado "Zar de la Belleza" se abrogó el derecho de decidir cuales son los patrones de la estética criolla, acomodándola según lo que él piensa que debe ser.

Pero en esta última década hay un recurso que no se había explotado y que ha cobrado valor de uso y cambio. Éste no es otro que nuestros futbolistas.

Nos rebanamos los sesos pensando quién es mejor entre el argentinito ese que parece marciano o el portugués con la cara de niña, y somos pocos los que vemos como a nuestras espaldas hay un grupo de señores que ahora se apoderan de nuestros futbolistas para llevarlos al exterior y que de esa forma puedan satisfacer las demandas del mercado (el mercado que hacen ellos para su familia con el dinero de las transacciones) y como pasa con el caso del petróleo y las misses dicen que lo hacen para "poner en alto el nombre del país" o "para beneficiar al pueblo" De cualquier manera, por más orgullo que sintamos al ver a una flaca de apellido impronunciable decir que le gusta comer pabellón mientras le colocan una tiara en la cabeza; o se nos inflame el pecho de orgullo al no poder leer la cifra de los barriles de oro negro que hay entre Apure y Barinas siempre habrá detrás algún vivo criollo que se esta llevando a casa la verdadera tajada. Esto no es distinto con el balompié. Llevar a un niño a jugar por Asia u ofrecer la última maravilla del caribe (futbolísticamente hablando) a precio de gallina flaca, no tiene nada que ver con hacer sonar nuestro himno en el exterior, ni con allanar el camino para el mundial del 3056, sino con una empresa familiar que crece de espaldas a nosotros y a la sombra de esa Primera Piedra del Centro de Entrenamiento de Margarita.

El fútbol es un negocio, estamos claros en eso, pero ¿no debería este negocio dejar algo para el país? Se han preguntado qué beneficios nos dejó el hecho de que el Capitán de la selección sea el segundo goleador histórico de un equipo en España.

El negocio sigue siendo el mismo, es decir, la fórmula sigue siendo la misma del comercio del cacao, del petróleo y de las misses. Sigue habiendo un vivo que dice ayudarnos, nos vende esperanzas, nos deja con un agradable sabor de boca, pero al final se lleva los reales.

Luego se dan el tupé de levantar una bandera de patriotismo y de amor a la selección cuando en realidad juegan para los mismos intereses, los suyos. "La selección no es una herramienta" eso está muy bien dicho, pero estaría mejor si estas palabras salieran de gente que sin oscuras intenciones llevasen a cabo la labor que se les encomendó: administrar nuestros recursos, sea en un pozo petrolero en Machiques, en el Miss Universo o en una cancha de fútbol de esas que vemos por la tele.



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